Gastón Cornejo Bascopé
Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud
Cochabamba, junio de 2020
Bienvenidos ustedes bienaventurados. Ingresan al portal de la medicina y
se los recibe con aplausos, con depurado sentir, como Hijos Pródigos de una
familia sagrada `porque sacralidad contiene la profesión de los benefactores.
La medicina es un quehacer de beneficio total que cosecha la humanidad; es sacerdocio
de consagrados apóstoles.
La medicina tiene una historia antigua.
Se inició en el Olimpo de los dioses con el centauro Kirón y el Dios Asclepio, La
ejercieron el padre Hipócrates. Galeno y continuaron el ministerio de esa teo-visión
insertada en al alma, los elegidos, miles
de miles de médicos anónimos. Se afirma que en la caverna atendió el homo chamán
primigenio aspirante a médico y luego de la ingesta colectiva amaneció la
sonrisa en el rostro herido, calmados que fueron sus dolores.
El mágico dominio tuvo una historia heroica, sublime, hasta el nuevo siglo
actual. Científicos fueron la Curie, Pasteur, Froid, Fleming, Crick y Watson; apóstoles
Albert Schweitzer en Ambarene, Cleómedes Blanco Ferrufino en el bombardeo del Callao;
Julio Rodríguez Rivas prisionero del Paraguay por cuidar sus heridos en un
fortín de la Guerra del Chaco. Sacrificados: Miguel Servet quemado en Ginebra,
Lavoisier guillotinado en París, Francisco Salvani muerto de tuberculosis en
Cochabamba del Alto Perú, Carrión se inyectó la verruga mortal en Lima y a
Orihuela Montero le cortaron la cabeza los soldados paraguayos cuando curaba heridas
en otro fortín del Sudeste; Eduardo Zabalaga murió en el quirófano de un
hospital en Santiago de Chile cuando estalló el tubo de anestesia volátil.
La medicina es un quehacer humanitario a tiempo completo, sin descanso
posible; sin embargo, nunca estuvo más próximo a Dios quien estudió medicina. Valores
superlativos demanda el diploma y su ejercicio: comprometido servicio, nobleza
de sangre y de alma, apostolado sensible, pureza de espíritu, proyecto ético
de vida, pensamiento crítico, estudio constante y, por qué no decirlo, casi
siempre apremio económico.
La Medicina descubrió el genoma, de la vida el lenguaje, la doble hélice
común al mono y homo; el can le aventaja en lealtad y en olfato, la mosca en
visión, la paloma en justo equilibrio. Sólo en cerebro ganamos los homo sapiens
sapiens un punto. Más ahora, el homo demens ambicioso quiere lograr otro
triunfo, descifrar algo mágico y milagroso, el código mental contenido en esa
masa blanca, pequeña, misteriosa, de apenas mil trescientos gramos y treinta y cinco
mil millones de neuronas conectadas en encendido perpetuo.
El dilema bioético planteado será
terminar con la autonomía manipulando conductas desde el exterior, o bien,
aceptar el bien y la espiritualidad ofreciendo respuesta al filósofo que
descubrió la conciencia, Sócrates, que interrogaba angustiado: ¿Quién soy?
¿Mitad ángel, mitad diablo? ¿Quiénes los seres humanos? ¿Dios en la
interioridad del alma humana?
¡Bienvenidos sean todos ustedes, cruzados del bien!
Los recibe un viejo médico decano que degustó de la medicina hasta la
esencia medular de la extraordinaria profesión.
Pienso que cuando llegue el tiempo de aproximarnos al Creador, bastará
mostrar las manos abiertas y extendidas para que Él asiente conforme al
apostolado y al servicio humanitario prestado y nos permita entrar al reino de
los cielos sin expiar previamente, nuestras debilidades humanas. En esa sublimidad,
nuevamente ¡Bienvenidos al estudio de la sagrada profesión!
Y ahora una reflexión última imposible de soslayar: ¿Cómo se trocará el
discurso profundo, ahora, bajo la pandemia universal cuando no existe
ejemplaridad docente, ni ejecución de aprendizaje práctico, ni cátedra libre? Y
solamente disponemos de medios digitales de tecnología electrónica, en una docencia
totalmente carente de valores humanos y de todo principio bioético relevante? Atención
con el posible advenimiento de la nueva era robótica propia del Calibán
infernal o bien, el nuevo mundo de paz y amor, el de Ariel el benefactor.
La consideración más importante que ustedes deben hacer suyo, al
emprender los estudios, a propósito de solidaridad, responsabilidad, respeto a
la dignidad de todo ser viviente, trascendencia y heroísmo, queridos jóvenes postulantes
a héroes de la legión médica, conocer que en estos momentos se contagian de
coronavirus muchos médicos, sacrificados apóstoles, que ponen en riesgo, por
amor a la humanidad, su propia existencia. Honor a todos ellos héroes de la
medicina contemporánea. Dios los proteja y bendiga.
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