Gastón
Cornejo Bascopé
Cochabamba,
abril de 2019
El 14 de abril de 1953, el grande Franz Tamayo publicó lo siguiente:
“Bolívar era un genio auténtico y de los más grandes que la humanidad
ha dado, solo al morir pudo entrever la terrible verdad que durante toda su vida
constituyó su grandeza, su gloria y también su derrota.
Bolívar al morir lanzó un terrible grito casi mudo que ha debido
retumbar en lo profundo de la eternidad, semejante al Lema Sabachtani del Gólgota.
Bolívar dijo He arado en el mar. El grito del Gólgota y el de Santa
Marta no significan nulidad ni la esterilidad de la obra. Son dos enseñanzas
fecundísimas para nosotros. El genio enseña no sólo con su palabra y su obra,
sino hasta con sus lágrimas de moribundo
El gemido de Bolívar significa que por mucho genio que se tenga, nunca
se puede transformar artificialmente el alma colectiva de los pueblos e
imponerles gratuitamente ideales y aspiraciones que no salen de lo hondo de su
naturaleza. (Referido a la constitución vitalicia).
Los americanos pedían independencia del tirano español. Esa voluntad
estaba en su historia y en su consciencia. Lo que no estaba en su historia y en
su consciencia eran las formas políticas que el inmenso soñador, que era
Bolívar, quiso imponerles. Y aquí hay mucha responsabilidad para su maestro
Simón Rodríguez. Toda la ideología artificial y postiza del enciclopedismo
francés, no podía pasar, por sugestión de Rodríguez al alma milenaria y rebelde
de las grandes razas americanas, como que, nada hasta ahora ha pasado en más de
un siglo. Reconstitución del pueblo a la manera griega y romana; democracia
parlamentaria a la manera inglesa; semi- monarquía republicana de su invención,
esas y otras fantasías se quedaron estériles el año de 1825 y siguen siéndolo
hoy día.
No deseo irreverencia contra el padre Bolívar pero desearía arrancar
de su tumba al maestro fatuo y enseñarle una cinematografía del continente con
Porfirio Díaz en México (*), con Juan Bisonte en Venezuela (**) y las docenas
de Bisontitos que han florecido en nuestras tierras indias”.
(*) Porfirio Díaz, gobernó al margen de la constitución, prescindió de
la división de poderes. El Congreso modificó las leyes según sus caprichos,
existía un partido único y los sufragios eran puro trámite.
(**) Rufino Blanco Fombona perseguido por Juan Vicente Gómez, sufrió
prisión y exilio, lo renombró como Juan
Bisonte y a su régimen barbarocracia.
Yo concluyo con la frase de Tamayo: ¡Y mi silencio es más que el mar que canta!
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