jueves, 11 de abril de 2019

POEMAS DE ANTAÑO


Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba, abril de 2019

Armando Soriano Badani inicia el prólogo del poemario. Poesía de diáfana fuerza expresiva, canta con fidelidad comunicativa, los hondos sentimientos que se agitan en la intimidad inquieta de Oscar Arze Quintanilla. Rosario Quiroga de Urquieta califica los poemas de poesía nutrida de dolor, dolor que indaga en la interioridad de la certidumbre vivencial que se edifica sobre la soledad del camino terrestre; pero en otro capítulo presenta su acendrado americanismo y su voz adquiere el tono de una épica social vibrante.
En el diario vivir de este ingreso al otoño, yo, perdido entre artículos de dimensiones universitarias, complejas y estrictas, abarcadoras del quehacer académico; el capital humano esculpiendo juventud de arcilla humana fresca, estudiando criterios e indicadores que Mercosur impone con evidencias de cumplimiento obligatorio en la demostración de la vigencia universitaria; absorto entre lecturas que excitan la necesaria memorización, me conducen a un clímax de ansiedad y pérdida del control psicológico. Requiero una pausa de quietud ajena a la ansiedad y al presuroso existir, un fármaco que detenga el estrés agobiante del inmediato reto desafiante de acreditación que tensa mis pulsaciones nerviosas.

En el vórtice de ese tormento, decidí tomar el libro Poemas de Antaño que el amigo entrañable Dr. Oscar Arze Quintanilla, me obsequió y dedicó amablemente. Esa amistad pura me condujo a abrir las páginas de su poemario con la atención aún en la penumbra pero presta la sensibilidad estética siempre abierta a la belleza.
Anárquico aún en el hilar del pensamiento complejo, detengo la mirada sumido en una frase de impactante factura ...
“He de llegar a la nada / para ocultar mi sangre falleciente / en el cuenco sin fondo / de tus brazos… “. “cuenco sin fondo de tus brazos” repito y despierto con la atención completa, eso es intimismo, humanidad manifiesta, objetividad del sentimiento expresado en poesía. Continúo inquieto ... “En las notas silentes de los siglos  / abrazaré tu sueño de gaviotas  / pues mi dolor es lazo que aprisiona /- para siempre-/ cuando tiene reflejos / en arterias guiadas por espinas…”. Ahí, registro un pensamiento de simpatía con mi lenguaje médico, trascendencia, imagen del impulso vascular o neuronal que, aprisiona “tu sueño de gaviotas”. Hermoso querido poeta.
“La soledad es muda / para alcanzar al viento / mas tus palabras vuelven / con la ternura / de los niños sin odio todavía” … metáfora y simbolismo de culta imaginación; la humanidad prendida en las palabras.
“Los astros, censores de los sueños cristalinos / pusieron en mi boca / la saliva del alba misteriosa…” ¡Qué ciencia ni qué ciencia! Aquí está la palabra mágica, transformadora, saliva del alba misteriosa, al pronunciar la frase el pensamiento cobra armonía y mágicamente irrumpe el sonido de un ángel  que alza vuelo; así es cómo los niños interpretan la vida y así es cómo los seres antiguos tendríamos que continuar siendo, como los niños.
En el poema Lamento encuentro un vocablo duro “Imbécil”; mas prosigo el hilo conductor y descubro un evento inoportuno y triste … le está doliendo esa actitud de espina cual espuela constante en su costado ¿Cuál será esa piedra que le golpea en cada paso vacilante?
“Sólo bebiendo la plenitud podremos alcanzarnos… “. Plenitud de plenitudes, Ortiz Pacheco redivivo aproximándonos al encanto; la expresión tiene tonalidad maciza.
“El cuerpo ha fumigado su atadura / con sales y temblores incipientes / para dar nacimiento a la ternura …”. Exposición de emocionadas sensaciones epilogan intimidad de alma; él mismo describe su médula espiritual de bondadoso ser.
“Cuando es temblor la angustia ...”. “Tendré que subir como Sísifo / empujando un ideal que trastorna / mis tuétanos, mis huesos, mis tejidos. / Que mis sienes caigan de su estante / que mi cráneo sirva de escalera / a todos los hambrientos de la tierra / si es que falto al hombre, a la estirpe y a tu nombre.  Entre tanto /…/ el tic tac que anunciará mi sepultura”. El canto permuta la absurda fealdad de la muerte y la torna aceptable. ¿Poeta excepcional que logra estas figuras extraordinarias?
Poema al estilo de Camargo, auténtico. Cierro los ojos y quiero soñar, imagino a Oscar paseando con Verlaine el aburrido, Paul Válery llevando un ramo de geranios, los graves Edmundo Camargo y el peruano Vallejo congregados en un recodo de los jardines de huesos en el cementerio de Père Lachaise de París, dialogando proféticos sucesos.
Mientras Oscar entona su canto, Edmundo pide la palabra, quiere morar debajo de la tierra, en un diálogo eterno con las sales, / raíces sus cabellos, arcilla sus palabras, en un pueblo de muertos tabicada su boca;  departen junto a quien murió de hambre un jueves en la Ciudad Luz, con los húmeros puestos a la mala, mientras Oscar, vital pero trashumante, toma la palabra heroica.
Cuando menos se piensa puede venir la muerte en una carta cualquiera. ¿Dónde está el hombre puro? / Mil Diógenes se mueven, / la búsqueda ha comenzado desde siglos incruentos, / y el hombre sin pecado / el hombre sin condena / no ha arrojado la piedra”. Camargo, Vallejo y los franceses callan absortos, quisieran pergeñar versos absolutos en respuesta y no consiguen equiparar en belleza a los del autor valluno.
“Sobre un navío de hambre, / sobre un mástil calloso / naufraga el espectro de la palabra Dios”. Una mañana quedé disminuido de existencia, empobrecido de substancia vital al saber de una muerte colectiva en Yacuiba, un padre enloquecido degolló a  su esposa y a sus cuatro tiernos niños. Inmediatamente pensé que Dios estuvo ausente, lejano, indiferente o trabajando en otros astros. No llegó a tiempo a imponer lo suyo y su mensaje perdió significado, ni siquiera fue espectro, solo dolor y sangre enajenada, turbulenta brotó manchando sueños en rapto enajenante del obcecado poseso. Y la muerte de la joven amiga que reclamaba su vida antes de dormir eternamente y la operación al colega herido de un feo tumor detrás del páncreas. ¡Hay golpes en la vida tan fuertes … Yo no sé!
Concluye la jornada y la mente porfía en seguir trabajando. Ya en ensoñación evoco: “El tiempo es breve, el arte es arduo, la ocasión fugaz dijo el padre Hipócrates hace 2.500 años cuando Pericles y Aspasia le invitaron a departir con Fidias y el feo Sócrates. Pude haber participado en ese almuerzo célebre sirviendo a ellos de garzón impertinente. Por fin, logré conciliar el sueño perdido con esa doméstica imagen ateniense.
Es el inicio de abril y el año de la reelección política absurda. El tedio me invade nuevamente, entonces retorno al libro de Oscar en el poema Dimensión de Abril.
Y os lo juro compañeros / Abril es el comienzo del andamio, /es un mensaje de libertad al mundo, /es el lenguaje de ansiedad de América / esparciendo su fruto por la Tierra. Ese fue el informe que ofrecí a Pablo Neruda en la Chascona, su hogar próximo al cerro San Cristóbal cuando el vate americano me interrogó sobre la revolución de abril en Bolivia. Como Oscar, comencé a soñar la utopía de un mundo mejor, la del hombre nuevo, el asalto al cielo de justicia, el cambio civilizatorio, la salida de la prehistoria, el proyecto ético de vida.
Diciembre de 2005 a noviembre de 2009 en la patria. Logramos en breve tiempo hitos de milagros imposibles. Rescate de las etnias, transformación y cambio, nueva constitución redentora; luego, casi un decenio de infortunio hasta el presente 2019. Frustración de la esperanza, los embaucadores continúan libres después de haber asesinado a los sueños. Cómo hacer poesía ante el fracaso. Entonces, León Felipe con Líberforti, los anarquistas soñadores se imponen a gritos y aúllan a coro: Los caballos piafan ya enganchados y la carroza aguarda / ¿Quién la lleva? Yo, ¡El blasfemo! /¡Arriba! ¡Subid todos! / ¡Vamos hacia el Infierno!

Solamente Oscar Arze Quintanilla conserva el corazón puro, la sangre noble, el gesto vivo. Sigue porfiado en su abril movimientista, generoso, elogia  en versos sublimes a Carlos Montenegro: Pero queda tu nombre de bandera / en el fuego de todas las montañas / en el yermo virginal del altiplano / en este renacer de patria nueva. / Bolivia es el perfil de tu enseñanza.

Varón comprometido con la patria, sensible como Neruda en su Canto General, Oscar se aproxima a la substancia espiritual de nuestra cuna: si bien Pablo al retornar de lejanos espacios emitió vocablos cordiales: Patria, mi patria, vuelvo a ti la sangre; acoge esta guitarra ciega, esta frente perdida / quiero mudar de sombra / quiero cambiar de rosa… también Oscar en confesión de varón enternecido en sus Sonetos a Bolivia, confiesa amablemente: : Quiero vivir con tu dolor caído / encontrar el calor de tus arenas / renacer en tus manos nuevamente. / Yo quisiera encontrar ese camino / donde moran Iliadas ancestrales / y kaluyos de amor con vaticinio. ¡Eso es amar a la tierra cuna donde florecimos por destino feliz los bolivianos! ¿Por qué en el discurso y la intencionalidad política que nos hiere, no existe poesía? Podría permutarse la falsedad por el encanto, Tánatos para siempre proscrito en su Ukhupacha; en cambio, música en la voz, melodía en el alma. Nuestro universo nacional, emergiendo del caos vibrante en sus fotones y en sus cuerdas. Otra sería la realidad objetiva, otra la mirada y el futuro, un arcoíris de dispersión luminosa desde el alba al ocaso, la existencia nuestra teñida de púrpura y paz en todos sus lugares: ese el sueño del utopista poeta, ese el sueño nuestro.
Finalmente, Oscar elogia a Marina Núñez del Prado, en el verano de 1967, cuando visita la Casa museo de la escultora eximia, perdida entre añejos olivares en el cálido bosque de San Isidro en Lima, eternizada por la cultura peruana que la ha hecho suya y que según nuestro poeta, tiene en sus manos el secreto de la vida. Allí está la artsta en fotografía al ingreso junto a Yolanda Bedregal de Conitzer, otra excelsa boliviana.
Entre los epitafios solemnes que distinguen al autor de la Prometheida en el altar de la eternidad, está el solemne poema que Oscar dedicó a Franz Tamayo; con fuerza épica escribió nuestro vate a la muerte del grande compositor de Odas y Epigramas.
Por último, debo mencionar con orgullo de ex parlamentario autónomo, el instante noble en que la sala plena aprobó por unanimidad, la entrega del galardón, la máxima condecoración nacional, Bandera de Oro del H. Senado Nacional, al ciudadano Oscar Arze Quintanilla, en mérito a su brillante trayectoria de profesional, indigenista, sociólogo, hombre de leyes, escritor proficuo, consultor de la OEA, reconocido diplomático en México y Guatemala, cuando Bolivia genuina guardaba su perfil republicano y no un maquillaje de Estado multiétnico; él,  antropólogo experto, sabe a qué carácter me refiero.
Su obra Poemas de Antaño,  incorpora diversas voces fraternales. Fellman Velarde lo ubica entre Julio de la Vega y Jorge Suárez; Juan Quiroz entre Edgar Ávila Echazú y Carlos Shtadling Viscarra; Antonio Terán Cabero comenta su poesía en el Contrapunto de la Unión, párrafos de disección literaria que adornan, en sabia crítica, los versos mensajeros.
Comentamos con Rosario del Carmen Mostajo Medinaceli la calidad de los Poemas de Antaño; también ella, experta literaria, insinúa que hay imágenes en conmixtión con realidades y percepciones visuales y emocionales del autor, que posee un lenguaje elevado sin llegar a la afectación. Coincidimos en que es un libro meditado exento de alambicamientos. Su concepción poética es fluida y bien terminada.
José Rodríguez Sánchez, el Guayazamín cochabambino, plasma en la portada, una expresiva imagen del poeta, siempre enhiesto, bien firme, domina paisajes, le acompañan columnas de libros y escritos en páginas que suben al cielo, detrás de él las herramientas y los engranajes de culto intelecto le sirven y construye; la luz del amanecer llena su imagen cuando el astro aparece y él, en sagrado ritual, levanta los brazos cargados de ritmo, reafirma la fe en sus principios solemnes: respeto a la vida, al ambiente, a la diversidad multiétnica, a los valores selectos; proclama ser cultivado y poeta.
Gracias Oscar, hermano, por darnos un presente de música de sublime tesitura, un regalo de tu corazón, de tu tiempo dorado, poemas de antaño. 


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