Dr. Francisco Fuentes. La Gaceta Médica
Lima, 23 de Julio de
1878
En
los archivos particulares del Dr. Cleómedes Blanco Ferrufino, médico natural de
Cochabamba, hijo del primer presidente boliviano el Gral. Pedro Blanco Heredia
asesinado por los militares Ballivián, Armaza y Vera, en la Recoleta de Sucre.
Egresado de la universidad de San Marcos en Lima, Perú; se encontró el
siguiente protocolo quirúrgico cuya minuciosa lectura además de sorprender, testimonia un capítulo de la historia de la cirugía americana,
aprendida y efectuada a posteriori en su tierra natal por un maestro cirujano, médico
cochabambino que durante el bombardeo del Callao tuvo heroica participación profesional
y mereció la Medalla de Honor en grado de Héroe por el Congreso del Perú
gracias a su atención valiente efectuada durante ese evento de invasión marina
española, cuando Perú, Chile y Bolivia acordaron una Alianza inédita titulada
UNION AMERICANA, la misma que declaró la guerra a España por pretender con su
flota de navíos armados reconquistar sus colonias. La historia clínica tiene el registro de
haber sido efectuada un año previo a la invasión chilena al Litoral boliviano y
la ocupación de la Capital del Perú en la infausta Guerra del Pacífico. Se ha
conservado la ortografía original sin hacer mención de la prosa científica
exquisita ni hacer comparación alguna tecnológica con la metodología
contemporánea.
Historia clínica
firmada por el Dr. Don José Lino Alarco.
“La señora P.R. de B,
natural de Motupe (Pueblo de la provincia de Lambayeque) de cuarenta y dos
años, ha gozado hasta hace pocos años de buena salud; su constitución es fuerte
y está acostumbrada a realizar
frecuentes y largas jornadas a caballo. Sus padres murieron de edad muy avanzada y no
adolecieron de enfermedad alguna hereditaria. La conformación de la señora es
buena, su carácter frío, sufrido y reservado.
Casada a los quince
años de edad, dio a luz un niño al cabo de dos años de verificado su
matrimonio; este niño murió a los doce meses. Doce años después, habiendo
Conrado segundas nupcias, tuvo un aborto que ella refiere del siguiente modo: á
causa de un fuerte susto sufrió una abundante metrorragia y expulsó un cuerpo pequeño y duro, de color blanco
envuelto en una tela llena de agua, que un médico dijo ser un feto. Después de este aborto experimentó un dolor fijo
en la región pubiana que duro pocos días y desde entonces, todos los años, según afirma,
por la misma época, le repetía el dolor con tanta intensidad que le
obligaba a estar en cama por tres a cuatro días. El dolor fue haciéndose menos agudo cada año hasta que llego à
desaparecer. Pero la enferma, que no puede precisar las fechas, asegura que no
se vió por completo libre de él, sino cuando el vientre le creció bastante, es decir cuando aumentaron sus dimensiones. Sus
funciones catameniales se ejercían con regularidad, durante sus menstruaciones,
siete días; pero que desde que el vientre aumentó de volumen, la pérdida
menstrual era solo de un día y no muy abundante.
Habiéndose excedido un día en el uso del
licor, del que no acostumbraba a tomar, sufrió una fuerte caída sobre los
glúteos, y desde entonces empezó à quejarse diariamente de plenitud en el
vientre y de malestar general.
Al mes de la caída,
tuvo durante algunos días accesos nocturnos de fiebre, precedidos de escalofríos,
fiebre de poca intensidad que desapareció sin tratamiento. Un tiempo después
notó el vientre más duro y elevado; elevación y dureza que aumentaban
cuotidianamente y daban lugar á persistente tenesmo rectal y vesical.
Atormentada por sus
continuos sufrimientos resolvió trasladarse á Lambayeque, donde se hizo asistir
por un médico que no consiguió aliviarla; a los dos meses emprendió su viaje á
Lima. Después de haber consultado á varios facultativos, recurrió al Dr. José
Lino Alarco, quien, en junta, hecho el diagnóstico de un quiste de ovario,
propuso a sus colegas y á la enferma practicar la operación; no habiéndose
decidido por el momento la señora á sufrir la ovariotomía y acometida, por otra
parte de fiebres intermitentes, tomó el partido de regresar á su pueblo,
después de seis meses de permanencia en Lima, proponiéndose volver á la capital
una vez curada de las fiebres intermitentes.
Su estado al partir era
mucho peor que cuando vino. No residió largo tiempo en Motube, pues afligida
por sus padecimientos se trasladó a Lambayeque y se puso en manos del Dr. Montjoy.
Este médico le hizo, el
10 de noviembre de 1877 una punción en la línea blanca y extrajo veinte y seis
libras de líquido seroso. Á los pocos días se reprodujo el líquido y el 5 de
diciembre el citado doctor volvió a repetir
la operación extrayéndole 18 libras del mismo líquido; en esta ocasión,
vacío ya el vientre, le hizo una inyección yodada que, probablemente, a causa
de estar mal preparada, dio por resultado que al extraer la inyección solo
salió el agua, habiéndose precipitado el yodo en la cavidad del vientre.
Estalló como era natural una peritonitis que, por felicidad de la enferma, no fué general y consiguió dominarse á los
pocos días.
La enfermedad siguió su
curso; el líquido se reprodujo otra vez y la señora R,… cada día más alarmada
volvió á Lima el 9 de abril del presente año. Desde enero padecía de disentería
contra la cual no había empleado remedio alguno porque su médico en Lambayeque
le había asegurado que no era aquello sino un síntoma poco alarmante de su
enfermedad principal.
Asistida por el Dr. Alarco
cuyos cuidados vino a reclamar directamente, sanó de la disentería á los veinte
días de una medicación apropiada.
Después de serios y
repetidos exámenes, confirmada la presencia de un quiste de ovario, convocó el
Dr. Alarco a los doctores Odriozola, Macedo, Salazar, Romero, Villazón, León,
quienes aceptaron el diagnóstico y fueron de opinión de practicar la
ovariotomía.
La enferma desde
mediados de mayo, se instaló en el Barranco para tomar baños de mar y seguir
allí un tratamiento tónico y reparador. Sus digestiones se regularizaron, tenía
buen apetito y se repuso pronto de su mal-estar.
El 19 de Mayo y el 8 de
Junio, las dimensiones del vientre, tomadas por el Dr. Fuentes, eran las
siguientes:
Registro 19-V 8 VI
1º Del apéndice
xifoides á la sínfisis del pubis………….. 48
cent. 49 cent
2º Del apéndice
xifoides a la espina ant-sup derecha …
40 id 41 id
3º “ a
la izquierda ……………………………………… ………. 42
id 44 id
4º Circunferencia
superior del vientre……………………… 86 id
5º. Circunferencia
inferior del vientre ……………………… 107 id.
6º De la 1ra vértebra
lumbar al ombligo, derecho ……… 52 id
55 id.
7º Id al lado izquierdo …………………………………………… 56
id 58 id
8º Circunferencia del vientre á nivel del ombligo …… 108 id
113 id
Hecha la percusión en
el vientre, estando la enferma acostada de espaldas, se notaba sonido mate en
todo él y de mayor intensidad en el centro; la matidez describía una curva de convexidad superior que llegaba hasta la base
del tórax. En el lado derecho se apreciaba la resonancia intestinal á dos
traveses de dedo debajo del hígado y en una extensión de cuatro centímetros;
hacia la región lumbar el mismo lado la percusión producía un sonido claro;
allí estaban rechazados los intestinos: en el lado izquierdo la resonancia no
existía, todo daba un sonido mate.
De pié, la enferma la
línea curba de convexidad superior, lo contrario de lo que sucede en la ascitis
que señalaba el límite entre la resonancia y la matidez del vientre, era
variable en altura, dicha línea se hallaba á tres traveses de dedo debajo del
reborde costal; á nivel del apéndice xifoides, á dos traveses; en el
hipocondrio izquierdo perdíase á nivel de las costillas; esa curba subía pues
oblicuamente de derecha a izquierda y de abajo arriba.
Por las medidas que
hemos dado del vientre se comprende que este no afectaba una forma simétrica y
en efecto, acostada la enferma sobre un plano bien horizontal y examinada
cuidadosamente, notábase mayor elevación de
sus paredes sobre la mitad
lateral izquierda. La fluctuación se percibía clara y evidente. La cicatriz
umbilical se hallaba bastante distendida pero sin formar hernia.
El examen por el tacto
del útero dió a conocer que éste órgano se hallaba inmóvil como enclavado en la
pelvis y en completa ante versión; su cuello grueso tomentoso y ligeramente
entreabierto su orificio inferior; los fondos de saco vaginales anterior y
posterior no presentaban nada de particular, siendo imposible percibir la
fluctuación á través de ellos. La vejiga excretaba con frecuencia orina,
normal. En el recto se notaba un paquete hemorroidal externo y el tacto,
practicado en este órgano, nada reveló digno de llamar la atención; sin embargo
de que, deprimiendo fuertemente las paredes abdominales, á pocos centímetros
del púbis, se sentía aunque confusamente, un cuerpo duro, redondeado, fijo e
inmóvil en su posición.
Con el deseo de
averiguar si la cavidad del útero se hallaba completamente vacía, se procedió á
su exploración. Colocada la enferma en la posición conveniente fue examinada
por los doctores Alarco y Fuentes; aplicóse el espéculum de Marion Sims;
tirando con un tenaculum el cuello, se descubrió el útero; fue así posible
introducir el histerómetro y medir su diámetro vertical que tenía seis y medio
centímetros desde el hocico hasta el fondo. El útero presentaba cierta
movilidad, era pues evidente que estaba completamente libre.
Desde el 1º de Junio,
la enferma que se quejaba de constipación intestinal, quedó sometida al uso de
una cucharada de aceite de ricino todas las mañanas, dos tónicos en sus
alimentos y baños diarios en el mar. Éste régimen continuó hasta el día 11, víspera de la operación.
El 8 de Junio las
dimensiones del vientre comparadas con las cifras anteriormente apuntadas
demostraban que el volumen aumentaba
lenta pero progresivamente; y en la evidencia de que se trataba de un
quiste de ovario, era necesario operar lo más pronto posible. El 12 de Junio se
practicó la ovariotomía.
OPERACIÓN
Se procedió á la
operación en el pueblo de Barranco, con asistencia de los doctores Odriozola,
Salazar, Romero, Villagrán, Bravo, Fuentes, Sánchez, Concha, Arias y Soto,
Pimentel y el prácticamente Quiroga.
Arreglados y dispuestos
por orden los instrumentos, se hizo vestir completamente de franela a la
enferma y se la acostó en una mesa mandada construir expresamente para esta
ocasión. Los doctores Salazar y Odriozola se encargaron de cloroformizar á la
paciente y de vigilar el pulso y la respiración. Los doctores Romero y Sánchez
Concha de proteger las paredes del vientre por medio de franelas mojadas en agua
caliente bien exprimidas y de ejercer una compresión metódica en caso de
sobrevenir vómitos una vez abierto el vientre impidiendo de ese modo la salida
del paquete intestinal.
La cloroformización
empezó á la 1 y 5 minutos del día; á la 1 y diez la excitación duró como 3
minutos; a la 1 y 25 anestesia completa, insensibilidad de la conjuntiva ocular
y relajación muscular absoluta. Pulso y respiración en buen estado. Se continuó
propinando el cloroformo hasta el fin de
la operación tomando las medidas de precaución necesarias. Se hizo cateterismo
inmediato de la vejiga para vaciar su
contenido y se dejó en permanencia la sonda.
A la 1.5 dio principio
el doctor Alarco á la incisión del vientre. Que se extendió desde 2 cm debajo
del ombligo hasta 2 cm por encima del púbis. Cortada la piel y el tejido
celular grasoso que era muy abundante siguió cortando capa por capa hasta llegar á la línea blanca,
entrecruzamiento de la aponeurosis de
los oblicuos y transversos del abdomen, señalados por su color nacarado.
Algunos pequeños vasos que sangraban fueron torcidos o tomados con las pinzas
de Pean. Atacada la línea blanca en su parte media se incidió la capa celulosa
subperitoneal. Separadas lateralmente todas estas capas por los ayudantes,
presentóse la hoja peritoneal que fue incidida sobre la sonda acanalada. Antes
de proseguir fue necesario restañar por completo la más pequeña pérdida de sangre á fin de
impedir su penetración en el vientre. Se llegó a una segunda hoja peritoneal
que ofrecía un aspecto de color azulado, surcada de numerosos vasos venosos y
arteriales bastante dilatados y de filetes nerviosos muy claros y
evidentes. La segunda hoja peritoneal fue
tomada durante un momento gracias a su
aspecto excepcional por el quiste y punzada en consecuencia con el trocar de
Nélaton; muy resistente y sin gran apoyo
por detrás, el trócar la penetró con
gran dificultad y dio salida a abundante cantidad de líquido seroso; retirado
el trocar é introduciendo con mayor cuidado un dedo por la apertura que aquel dejó,
se notó que el quiste estaba detrás. Se incindió esa hoja peritoneal en toda la
extensión de la herida exterior ligándose en ese momento algunas arterias que
fueron cortadas a pesar de las previsiones que se tomaron para evitar herirlas;
apareció el quiste situado por detrás de dicha hoja, su color era sui géneris gris nacarado; estaba
surcado por vasos de notable grosor y se encontraba tan adherido al mesenterio.
al epiplón, al peritoneo y la matriz, que no se le hizo punción desde luego por
temor de que su contenido cayera en el vientre.
Colocadas pinzas de Pean en los vasos del
peritoneo y epiplón que daban alguna sangre y ligados otros de mayor calibre se
procedió a destruir las adherencias que eran fuertes y extensas; destrucción
que reclamó cerca de una hora, teniendo el Dr. Romero mientras el operador se
lavaba las manos y descansaba un momento separar las últimas adherencias que
permitieron dejar libre el pedículo, en lo que empleó como un cuarto de hora.
Volvió á su puesto el Dr. Alarco á continuar la operación, descubrió completamente el pedículo formado por el
ligamento ancho, la trompa y resto del ovario izquierdo, tenía apenas pulgada y
media de alto y era muy grueso. Aislado el quiste por completo fue punzado en
tres puntos distintos. La primera con el trocar de Nélaton dió salida á
abundante cantidad de líquido seroso; la segunda efectuada con el bisturí hizo
salir líquido melicérico espeso, siruposo y la última, también con bisturí, dio
salida a pus de buena calidad. Durante todo ese tiempo se tuvo cuidado con los
doctores Romero y Sánchez Concha, el especial cuidado de impedir la penetración
de la más pequeña cantidad de estos líquidos a la cavidad peritoneal. Cuando se
aisló y vació el quiste por completo, fue preciso tomarle un pedículo, pues el
suyo corto, profundo y muy grueso, no era suficiente; entonces tirando a viva
fuerza pudo aumentarse un poco su longitud lo bastante para rodearlo por un asa metálica doble y comprimirlo
enérgicamente por medio de un aprieta-nudos. El pedículo tenía vasos arteriales
bastante gruesos. Una vez ligado y al abrigo de toda hemorragia, se procedió a
excindir el quiste, rodeándolo antes de esponjas y servilletas para poner a
cubierto la cavidad peritoneal. Se separó el quiste cortándolo con bisturí por
encima del asa metálica. En ese momento se presentó en el pedículo una
hemorragia que se hizo cesar apretando aún más el asa metálica.
Durante todas estas maniobras la vejiga
estaba protegida pues la sonda colocada en su cavidad marcaba su sitio. El otro
ovario y el útero, según pudieron apreciar el operador y los circunstantes,
estaban sanos. Los intestinos y el mesenterio que estaban á descubierto pero
protegidos con franelas humedecidas en
agua caliente fueron tan bien contenidos que no abandonaron la cavidad del
vientre ni un solo momento. Antes de proceder a las suturas fue necesario
disponer en su estado natural el epiplón, de modo que rodeara el pedículo sin
cubrirlo haciendo así un pedículo extra peritoneal. Una parte del epiplón
maltratada fue rodeada por una ligadura.
Se procedió al importante tiempo que los
franceses llaman la toilette du péritoine; bien lavado y escrupulosamente esponjado el
peritoneo, se notó que un vaso daba abundante cantidad de sangre, se le
ligó; se procedió á revisar las
ligaduras del epiplón, se quitaron las pinzas de Péan; se lavaron las paredes del vientre y en
seguida se practicó la sutura del abdomen según el procedimiento de Koeberlé
haciendo suturas profundas de los planos aponeuróticos y superficiales de la
piel, previa aplicación de servilletas entre los bordes de la herida y
practicando alternativamente una sutura profunda de puntos separados con seda
de la China y otra superficial ensortijada, siete suturas superficiales y siete profundas; la seda de estas últimas
retorcida en sus extremos quedaba sujeta entre los labios de la herida. Las suturas
no cerraban toda la herida pues en su ángulo inferior quedó abierta en una
extensión de 3 pulgadas porque, como se ha dicho, el pedículo fue corto y muy
ancho y no hubo posibilidad de hacerlo
llegar á nivel de los labios exteriores de la herida para fijarlo ahí por medio
de un clamp, ó de un hilo de fierro ó
de los broches de Péan; quedó pues el
pedículo al interior del vientre comprimido fuertemente por la asa
metálica colocada y torcida con el
aprieta-nudos. Se puso en seguida una capa gruesa de panqueque (algodón
aprensado), un vendaje de cuerpo en el vientre y se colocó á la enferma en
cama. Eran las 3.5 de la tarde, la operación duró 2 horas y media contando
desde el momento en que empezó a darse el cloroformo a la enferma que
permaneció hasta después de hecha la
ultima sutura bajo la acción del anestésico. Se empleó 2.5 onzas de cloroformo
sin haberse notado nada extraordinario. Al despertar pidió con exijencia que se
la dejase orinar pero esa necesidad fue ilusoria pues no emitió nada y
producida por las tracciones ejercidas sobre el pedículo.
EVOLUCIÓN
Al separarse los médicos de la paciente,
quedó en buenas condiciones y á su lado permanecieron el Dr. Sánchez Concha y
el practicante Quiroga Interno del “Dos de Mayo”. Se prescribió que tomara cada
2 horas una píldora de medio gramo de extracto
de tebaico y coñac con agua helada.
A las 6 de la tarde sobrevinieron escalosfríos intensos, la enferma palideció y
se quejaba de frío general. El semblante que hasta entónces estaba animado,
tomó el aspecto del más profundo abatimiento; el pulso se puso pequeño y frecuente; fue necesario recurrir a la aplicación
alrededor de todo el cuerpo, de saquitos llenos de afrecho caliente. A las 2
horas se notó grande alivio; tomó su píldora de tebaico, pidió nieve y no se
quejaba de nada. A las 11 de la noche la enferma sintió naúseas, sobrevinieron
vómitos biliosos muy abundantes y el pulso latía 120 por minuto; volvióse a
descomponer el semblante tomando un aspecto angustioso; la piel estaba urente;
los ojos tenían un brillo particular. Los vómitos se repetían con una
frecuencia desesperante y los intestinos impelidos por el diafragma tendían a
separar los labios de la herida. Los asistentes protegían las paredes del
vientre y evitaban así un desenlace que hubiera sido fatal. En cuanto se
manifestaron los vómitos se quitaron la venda y el apósito de algodón y se le
puso sobre el vientre dos vejigas llenas de nieve. Se continuó con la píldora
de extracto de tebaico, cada hora hasta el amanecer.
Día
13 de Junio. Pulso 120, respiración anhelosa, cefalalgia
intensa, vómitos repetidos. Dolor vivo en la fosa ilíaca izquierda cuando se le comprimía ese sitio;
nada de meteorismo ni elevación del vientre; dureza en el sitio adolorido.
Orinó sin dificultad, orina clara. Tratamiento
extracto tebaico 0.5 gramo cada 2 horas; nieve intus et extra; poción de Todd,
una cuchara cada 2 horas. Por la noche
remite la fiebre; baja el pulso á 94; desaparece la cefalalgia pero
continúan los vómitos cada hora y media. Prescripción:
creosota y tebaico (una gota y medio
grano) cada 2 horas; agua de arroz y cogñac. La enferma se duerme y está
tranquila hasta el amanecer.
Día
14. Sensible mejoría. Pulso 104; apetito, lengua húmeda; ha orinado sin
dificultad. Tratamiento Tebaico;
punch de coñac. Nieve a pasto. Nieve al vientre. Aseo de la herida. Día 15. Sensibilidad en el lado
izquierdo. Donde es fácil percibir el
pedículo duro y resistente. Apetito. Tratamiento:
caldos con coñac, punch de leche; nieve intus et extra; aseo de la herida.
Día
16. A la palpación vientre flácido; ligera
metrorragia que se contiene por sí sola. Tratamiento
Tebaico, punch de leche; caldos con huevos; nieve al vientre Se dio dos
vueltas al aprieta-nudos. Día 17 Se extrajo un alfiler de la sutura del vientre. Días 18. 19. 20. Come lo que le gusta
Se extraen 3 alfileres del vientre. Día
21. Escalosfríos, taquicardia, estertores sibilantes por delante del pecho. Tos frecuente. Duerme
mal e inquieta. Tratamiento Polvos
antimoniales cada 3 horas; mucílago de goma y jarabe de regaliza por cucharas.
Dos vueltas al aprieta-nudos, Se extrae otro alfiler.
Día
22. Cesar la aplicación de la nieve en el vientre;
polvos antimoniales, cada 2 horas alternando con acetato de amonio en agua y
jarabe, cucharadas de la poción de Todd; al declinar la fiebre 24 gramos de valerianato
de quinina. Otros 2 vueltas al aprieta-nudos. Se extraen 3 alfileres que
quedaban en las suturas del vientre, herida cicatrizada en toda su extensión. Día 23. No ha defecado desde el día de
la operación: Sulfato de quinina 3 veces al día. Bálsamo de anís de Powel.
Lavativa de jarabe de goma y agua al medio día. Hizo 3 deposiciones abundantes.
Por la noche alegría, bien estar general. El aprieta-nudos se mueve con
libertad; Tacto vaginal se siente el pedículo en el lado izquierdo pero más
deprimido.
Día
25 a las 4.5 por la tarde prévia introducción del dedo por la herida
inferior con grandes precauciones se extrae el aprieta-nudos que quedó en el
vientre 14 días, arrastra el pedículo y sale completamente mortificado como si
hubiese sufrido una maceración. Se introdujo un tubo de caucho de Chassainac (drain) por el trayecto, se lavó bien el
fondo de la herida y se dejó en permanencia el tubo. Caen 2 suturas hechas en
el vientre. Julio 1-2-3-5 caen las
demás suturas y algunas ligaduras que habían resistido. Sale á paseo. Anda con
frecuencia en su casa sin experimentar la menor molestia. En la herida se
colocan tiras aglutinantes de esparadrapo y vendaje elástico.
REFLEXIONES
El único medio de salvarle la vida era
practicar la ovariotomía por la rapidez con que avanzaba la enfermedad. Ésta
fue ejecutada con el voto unánime de todos los médicos que, convocados por el Dr.
Alarco, estudiaron su estado. La operación presentó dificultades imprevistas;
ya hemos hecho notar que el peritoneo presentaba un aspecto en extremo raro, á
tal punto que, desde luego y por un momento, se creyó que fuera el quiste, sin
que faltara, entre los presentes, quien no dudara que era el intestino que se
avanzaba por los labios de la incisión. Á estos errores expusieron el color que
presentaba, su vascularización tan pronunciada, las adherencias del quiste
numerosas con los tejidos y órganos vecinos, su considerable volumen y su
pedículo corto y muy ancho.
La operación duró mucho tiempo, 2.5 horas bajo
la acción del cloroformo. Los vómitos, la cefalalgia que sufrió en la noche no
fueron debidos sino a la absorción
prolongada del agente anestésico pues se usaron doce onzas y media de este
liquido. No experimento la enferma los dolores agudos propios de una
peritonitis.
Siendo esta la primera vez que entre
nosotros se practica la ovariotomía, el éxito no puede ser ni más feliz ni más
completo; la enferma ha sanado gracias á su constitución, á las precauciones
exquisitas tomadas antes, durante y después de la operación; y gracias también
a la benignidad de nuestro clima que permite practicar las operaciones más
delicadas, audaces y peligrosas sin las fatales consecuencias que se ven en los
países europeos y de la América del Norte.
En cuanto al operador, no ha hecho sino
seguir al pié de la letra los preceptos de los maestros europeos y poner de su
parte toda la pericia y el ahínco que sus deberes profesionales le imponen para
arrancar de una muerte segura á la enferma condenada sin remisión sino se la
hubiera operado tan oportunamente. Lima
23 de Julio de 1878”.
COMENTARIO:
(*) En propiedad “Ovariectomía-Quistectomía.
”
Los juicios de valor sobre el histórico evento quirúrgico están dedicados a los
cirujanos y particularmente a los ginecólogos, maduros en edad y en experiencia.
Por
asociación mental de responsabilidad histórica y reflexión quirúrgica pienso en
la expresión significativa del escritor GIOVANNI PAPINI quien profetizó: “En
todo momento somos deudores con los antepasados y acreedores en relación con
los descendientes y, todos responsables, los unos con los otros, tanto los que
duermen en los sepulcros como los que nacerán dentro de algunos siglos”.
Algunos
datos obtenidos sobre el cirujano Dr. José Lino Alarco y
su época, extractada del excelente ensayo histórico del Dr. Alejandro Graña Aramburú
de Lima Perú. (Ginecólogo Oncólogo, Miembro Asociado SPOG, Miembro Titular Asociación para
la Historia de la Medicina): El Dr. Lino Alarco fue un destacado pionero de las intervenciones
quirúrgicas temerarias y hasta impensables de la época. Adelantado a su
época emitió célebres opiniones sobre la exploración clínica y la frecuencia de
los tumores benignos y malignos. El 12 de junio de 1878 realizó Lino Alarco el
acto más osado de su carrera. Operó a domicilio un quiste tumoral de ovario,
convirtiéndose en el primer cirujano en realizar la cirugía intraperitoneal en
el Perú”
Los esbozos de la cirugía científica empiezan definitivamente a mediados del siglo XIX, tanto en Europa como en América y también en el Perú1.. Existen innumerables ejemplos de cirugía practicada antes de esta etapa científica, como la famosa histerectomía vaginal realizada por Sorano de Efeso en el siglo II y aquellas practicadas por renacentistas como Carpi y Della Croce y las trepanaciones y sangrías en el antiguo Perú. Vale recordar las cesáreas de la época romana con fines de salvar al bebé de madre fallecida, y aquellas durante el coloniaje en Perú, para suministrar el bautizo. Robert Houston, en Glasgow, reportó una histerectomía vaginal en 1726, y Baudeloque, en Francia, describió más de veinte hacia 1800 No obstante, el hito absoluto lo marca la primera ovariectomía hecha por Ephraim McDowell en 1809 en Kentucky extirpando un tumor gigante de ovario, primera cirugía intraperitoneal de la era moderna, sin uso de anestesia o antisépsia.
Los esbozos de la cirugía científica empiezan definitivamente a mediados del siglo XIX, tanto en Europa como en América y también en el Perú1.. Existen innumerables ejemplos de cirugía practicada antes de esta etapa científica, como la famosa histerectomía vaginal realizada por Sorano de Efeso en el siglo II y aquellas practicadas por renacentistas como Carpi y Della Croce y las trepanaciones y sangrías en el antiguo Perú. Vale recordar las cesáreas de la época romana con fines de salvar al bebé de madre fallecida, y aquellas durante el coloniaje en Perú, para suministrar el bautizo. Robert Houston, en Glasgow, reportó una histerectomía vaginal en 1726, y Baudeloque, en Francia, describió más de veinte hacia 1800 No obstante, el hito absoluto lo marca la primera ovariectomía hecha por Ephraim McDowell en 1809 en Kentucky extirpando un tumor gigante de ovario, primera cirugía intraperitoneal de la era moderna, sin uso de anestesia o antisépsia.
Pero no es hasta el advenimiento de los
célebres descubrimientos realizados por el brillante químico francés Louis
Pasteur en 1856, sobre la contaminación y transmisión de seres vivos denominados
microbios los trabajos de Lister en 1864 sobre la antisépsia con el ácido
fénico en heridas infectadas y la aplicación de la anestesia inhalada de éter
por el dentista norteamericano William Morton, en 1846 y del cloroformo por el
obstétra inglés James Simpson, que la cirugía avanza un gran paso hacia la era
moderna y se vuelve científica.
En el Perú la cirugía se inclina hacia la
modernidad con las figuras que nacieron entre 1831 y1845, lideradas por
D´Ornellas y Odriozola, y por la egregia personalidad de Lino Alarco, discípulo
de ambos. Maestro destacado, catedrático de Anatomía, de Clínica Externa o
Quirúrgica, fundador del Hospital Dos de Mayo, Vicerector de San Marcos,
fundador de la Academia Libre de Medicina de Lima22, escritor médico
descollante, Senador y Vice- Presidente de la República, cargo último que no
llegó a desempeñar por su inesperado fallecimiento en 1903. Eminentes personalidades de esta generación
fueron Celso Bambarén; Rafael Benavides, pionero de la Obstetricia; Juan
Cancio, Antonio Morales, José María Romero y José Anselmo de los Ríos.. Los
hombres célebres aparecen siempre agrupados en ramilletes, como una
inteligencia genética que se da cita en un mismo tiempo y lugar.
Es necesario remarcar que el siglo XIX fue
dominado por los influjos del romanticismo, movimiento que se prolongó hasta
1870 e incluyó las artes y la ciencia, aportando una especial actitud y forma
de vida que exaltaba el emocionalismo y las pasiones extremas, en
contraposición al racionalismo de la Ilustración. Sentimientos como el horror,
el triunfo, el fracaso y sobre todo el amor eran resaltados hasta sus propios
límites, tomándose ejemplos como el de ¨Robin Hood¨, protagonismo del héroe
desinteresado y noble. El medievalismo emotivo renacido, admitió la presencia de
seres fantásticos o sobrenaturales que se hicieron presentes en obras como el
¨Fausto¨ de Goethe, protagonizando la figura del héroe triunfador en el drama
humano. El romanticismo fue creativo, sensible y altamente irracional.
Enaltecía fortísimas y profundas reacciones del espíritu humano, negando como
reales los postulados de la razón seca y pura. Tal el caso Napoleón, destacado
héroe del período, o de Lord Byron respaldando en Grecia la rebelión contra el
imperio Otomano. Surgió luego el victorianismo, una forma de romanticismo
social que estresaba la vorágine apasionada y erótica de las disposiciones
humanas.
No obstante, el evento más importante del siglo XIX fue la teoría de la
evolución, expresada en los trabajos de Charles Darwin en su revolucionaria
publicación. El Orígen de las Especies por medio de la selección natural, en
1859, más tarde complementada por Descendencia del Hombre. Afirmó la
supervivencia del más fuerte o mejor adaptado a los retos
naturales, algo revolucionario y escandaloso entonces, antagónico a los
principios bíblicos del plan divino. El proceso evolutivo no quedó alli y fue
sustentado en el plano filosófico y social por los postulados de Herbert
Spencer afirmando la ¨supervivencia de grupos humanos más aptos o individuos
mejor dotados. La evolución quedó ligada al progreso social, en base a
naturalezas mejor dispuestas y adaptadas a los retos, algo que se llamó
Positivismo. Los positivistas creían ser poseedores de cualidades innatas que
hacían valer por propio derecho y voluntad. La lucha individual del ¨mejor¨ o
¨los mejores¨ era considerada atributo o cualidad de excelencia para la
transformación y el avance social. Evolución y progreso resultaron sinónimos,
algo dependiente de los más aptos que devino en llamarse Darwinismo Social..
Tanto el romanticismo como la teoría
evolutiva dotaron al siglo XIX con los caracteres encendidos de individualismo,
pasión, sentimiento abnegado y por supuesto heroísmo como meta sublime.
Atributos de lucha incesante en el amor por la vida y por el triunfo heroico,
con un marcado sentimiento de competitividad por la excelencia.
En este contexto transcurre el escenario de
la cirugía, tanto en Europa como en América. Ante el enorme reto de lo ignoto y
lo insólito y el acentuado sentimiento de progreso en busca de la excelencia,
multitud de abnegados investigadores se lanzaron en pro del descubrimiento y de
la gloria. Fue época de grandes descubrimientos, del estudio minucioso de la enfermedad,
de los trabajos celulares de Virchow la transmisión microbiana, la asepsia y la
antisépsia, la anestesia, y la búsqueda del comportamiento fisiológico. Dotada de tales herramientas en manos de sus
abnegados protagonistas, la cirugía avanzó a paso incontrolable. El contagio de
los progresos en Europa y en Norteamérica contaminó irremediablemente las
mentes y los espíritus de los médicos peruanos, que empezaron el gran salto
hacia el otro lado del mundo en busca de frescos conocimientos. El trabajo del
ilustre maestro Cayetano Heredia fue decisivo y pionero en su estímulo para el
¨perfeccionamiento¨ de los egresados del Colegio de San Fernando, que enviaba a
París, ciudad luminaria, en busca de progreso. Néstor Corpancho, Denegri y
Constantino T. Carvallo, por mencionar algunos pioneros de la ginecología5,
hacen aportes valiosísimos, trayendo Carvallo los guantes de caucho de Halsted,
los esterilizadores al seco de Poupinel, y el primer aparato de Rayos X.
Lino Alarco fue un destacado pionero de las intervenciones quirúrgicas
temerarias y hasta impensables de la época. En 1858 presentó su Tesis de
Doctorado ¨Abscesos del Hígado¨ y postuló la necesidad de evacuar el pus ¨sin
contaminación a la cavidad peritoneal¨ para evitar la temida peritonitis, y el mismo
año resecó un maxilar inferior abscedado. Un año antes había operado un neuroma
del cubital con bastante éxito, que publicó en la Gaceta Médica. Emitió
célebres opiniones sobre la exploración clínica y la frecuencia de los tumores
benignos y malignos, y apreciaciones semiológicas sobre la consistencia,
fibrosidad y movilidad o fijación de los mismos. Describe y clasifica las
alteraciones mórbidas vasculares, ordenando con lucidez la etiología y clínica de los aneurismas.1. Fue
uno de los cirujanos más renombrados, siendo sus opiniones respetadas y hasta
concluyentes en los casos que debían intervenirse, y variadísimas las
operaciones que realizaba. Incurrió en la oftalmología con una técnica personal
para la remoción del pterígion, y en la urología con la talla vesical. Al igual
que D´Ornellas, Dounglas y Grau, brillantes cirujanos de entonces, no se detuvo
ante los mayores retos que representaba la patología quirúrgica del momento y
los afrontó con conocimiento y extremo coraje.
El 12 de junio de 1878 realizó Lino Alarco el
acto más osado de su carrera. Operó a domicilio un quiste tumoral de ovario,
convirtiéndose en el primer cirujano en realizar la cirugía intraperitoneal en
el Perú. Se contaba con la anestesia general de cloroformo, desplazando al éter
por su mejor tolerancia y versatilidad Fue el anestésico empleado en tan atrevida
operación, bajo el celoso cuidado de los1 profesores Odriozola y Salazar.
La intervención fue un éxito y duró algo más
de dos horas y media, dejándose drenaje para el retiro del asa metálica que
sostuvo el pedículo ovárico por varios días, como se estilaba entonces. La
cirugía intraperitoneal ya se practicaba en Europa y en Norteamérica por
maestros como Koeberlé, Pean, Czerny, Billroth y otros, sin olvidar la pionera
ovariectomía de McDowell en 1809, pero los avances en el Perú eran lentos y la
prudencia y el temor por la afamada peritonitis seguía invadiendo el espíritu
de los operadores. Koeberlé practicó una ovariectomía en 1862 y Pean la realizó
en 1864. Entonces la operación era considerada de altísimo riesgo y existieron
severos fracasos, mostrando las estadísticas alemanas que de 54 ovariectomías
habían fallecido 51 pacientes, reportando Atlee en Norteamérica una mortalidad
del 33%. No obstante, la ovariectomía practicada por Lino Alarco fue tan
exitosa que tomó fama, al punto que produjo una manifestación del Supremo
Gobierno, solicitando un informe a la Facultad de Medicina para poner los
nuevos avances al servicio de los pacientes necesitados.
Decididamente la cirugía sufría un cambio
científico revolucionario, pero puede adivinarse que fue fundamentalmente el
espíritu temerario y heroico del siglo lo que condicionó el logro de tales
hazañas, es decir la abnegación, el heroísmo y la búsqueda incesante del
individualismo, motores propulsores de los pioneros del momento. El héroe
social romántico y evolucionista volcado en pro de la medicina. Los impulsos
que despertaron la abnegación, el deseo infatigable de servir, los sentimientos
extremos de amor a la vida, la imparable curiosidad por lo desconocido y la
búsqueda incesante del heroísmo debieron contribuír decididamente, sumados a la
infatigable persecución de la meta de la excelencia, como lo prescribía ala
teoría de la teoría de la Evolución Social.
Dr. José Lino Alarco
Brediñana
Lima Perú. 1805-1903
IMÁGENES DE OTROS MÉDICOS DESTACADOS EN EL
TIEMPO DE LA PRESENTE HISTORIA EN COCHABAMBA, HOSPITALES SAN SALVADOR Y VIEDMA
Dr.
Cleómedes Blanco Ferrufino egresado de la facultad de medicina de la
Universidad de San Marcos Lima Perú 1828-1893
Dr.
Julio Rodríguez Morales (contemporáneo)
Dr.
Mariano Agustín Virreira
(Discípulo del Prof. Jacoud
de Paris Francia)
Profesor
Sigismond François Jaccoud
(París
1830-1913)
Dr.
José Casto Canedo. (Asistió a la Guerra del Pacífico)
Paciente
Lipoma dorsal gigante operado por el Dr. Cleómedes Blanco Ferrufino en
Cochabamba. (Archivo familiar)
La
muerte del mencionado galeno benefactor cochabambino fue muy sentida en su
medio social gracias a su obra filantrópica. Cuando fallece, Ricardo Mujía
Linares le dedica una poesía titulada “Cuando
los Padres mueren”
“Yo
lo conocí, pero su nombre /
con
una vibración llega a mi oído /
Y
me hizo comprender en él, al hombre /
para
la ciencia y la virtud nacido.
Al
hombre puro, de conciencia honrada /
como
Catón en el deber, austero /
revelando
su vida inmaculada /
al
liberal patriota y caballero.
Supe
que siempre de entusiasmo lleno /
con
su saber venció al dolor humano /
que
fue para su hogar un ángel bueno /
Y
de los pobres el mejor hermano…”
Dr.
Gastón Cornejo Bascopé
Ex
presidente nacional de la Sociedad Boliviana de Cirugía
Ex
presidente nacional de la Sociedad de Historia de la Medicina
Cochabamba,
Bolivia. Octubre de 2017
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