ADIÓS A COCHABAMBA
Jacobo Ramallo
Mayo 15, de 1877.
Adiós, heroica ciudad
Hermosa como ninguna
De egréjios mártires cuna
Que te dieron libertad.
¡Adiós!, te voy à dejar
Con íntima pena amarga
Que ya es mi ausencia muy larga
De mi familia y mi hogar.
Vuelvo a mi ciudad querida
Bajo cuyo claro cielo
Llena de paz y consuelo
Se deslizará mi vida.
Allí está mi amado padre
Me llama su tierno afecto
Allí duerme el sueño eterno
Mi santa, mi buena madre.
Adiós noble juventud
Prez y gloria de este suelo
Juventud noble, modelo
De heroísmo y de virtud.
Juventud que a una señal
Vuela de la ley al lado
¡Cuánta se ha sacrificado
Por el honor nacional!
Adiós, hermoso pensil
De luz de encanto y de aromas
Blando nido de palomas
Búcaro de flores mil.
Como prueba del amor
Que me inspiras, tierra
hermosa,
Me llevo en mi amada
esposa
De tu vergel una flor.
Que siempre en tu suelo
fija
Esté la blanca bandera
De la paz; sea la
primera
Cuando la patria se
aflija
Cuando algún tirano
vibre
El rayo de destrucción
En ser guerrero pendón
En ser la enseña del
libre.
Y al grito de libertad
Verás que su orgullo
doma
Que son los héroes de
Aroma
Los hijos de esta
ciudad.
Versos extractados del
periódico El Heraldo. Nº 1, 13 de abril de 1877.
Musicalidad y
sentimiento personal se encuentra en estos versos íntimos del poeta
chuquisaqueño que vivió en Cochabamba en esos años previos a la invasión
chilena aal Litoral boliviano.
1877. aún frescos están
en Cochabamba los recuerdos del sexenio melgarejista. Otro poeta como él había
muerto sacrificado de rodillas ante el tirano que disparó su revólver, Néstor Galindo Argüelles, que en la Cantería con otros dos jóvenes de la
misma talla humana reza a su madre y a Dios en un gesto último de despedida.
“Soledad”, Adela Zamudio muy niña aún, su contemporánea, pergeña sus poemas y
cuentos primeros. Más tarde llegará a la vida otro bardo sublime: Manuel
Céspedes, Man Césped, el panteísta excelso.
Jacobo Ramallo
continúa con sus sentidos poemas épicos cuando
Chile llena de sangre la Patria. Honor a la evocación del bardo que sueña
poesías y canta a la sacralidad de la vida.
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En la próxima página de ese mes, abril de 1877, llega la patética noticia
publicada en El Heraldo
“TELEGRAMA OFICIAL Recibido en Tacna hoy 15, a horas 12h 20m pm.
Sr. Subprefecto. Iquique ha sufrido menos que el 18. En las
huaneras se ha perdido mucha gente. Cobija no existe. Antofagasta y Mejillones
muy arruinadas. Pisagua e Iquique muertos. Piden agua. ZAPATA.
Sacudimientos récios que han llenado de pánico a los
habitantes, se han sentido también en Corocoro”
Esta escueta noticia revela
el verdadero origen del Impuesto que generó, según Chile, la ruptura de
acuerdos diplomáticos que desencadenaron la Guerra del Pacífico. El gobierno
boliviano debió atender el sufrimiento y la destrucción sísmica de sus puertos,
y para ello recurrió al financiamiento mediante el Impuesto de los 10
centavos. Ésta y no otra fue la gestión
de Bolivia. El gobierno de Chile, en forma inconsulta con su pueblo, había
preparado la expansión geopolítica al norte pleno de huano, salitre, cobre,
plata; la mina fue Chuquicamata y Caracores, todo el litoral boliviano y
peruano que prometían inmensa riqueza.
Logró su cometido en
base al encono, la sangre y la muerte de sus hermanos americanos de Perú y
Bolivia. Bueno fue el pretexto.
Gastón Cornejo B
Cochabamba Mayo 2016.
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