Gastón
Cornejo Bascopé
Cochabamba,
21 de marzo 2016
El
reciente gesto del respetable artista don Luis Bredow al premio Eduardo Abaroa
2015, otorgado por el Ministerio de Cultura, me incita a recordar otros casos de
contexto.
En
la década de los 60 del pasado siglo, la Fundación de Alfred Nobel seleccionó
al poeta Boris Pasternak para ser el agraciado del famoso premio. No recibió por
amenaza del gobierno dictatorial soviético y el poeta no asistió al acto en la
sesión más noble de Estocolmo. Suecia. Pablo Neruda, amigo del poeta distinguido,
lo defendió valientemente contrariando al régimen comunista. La inmensa obra
poética fue leída por todo el mundo, de otro modo hubiera continuado en el
olvido como sucede con la hermosa poesía de casi todos los poetas. Bien recuerdo
que en Santiago de Chile, Pablo levantó una legión de adherentes a la obra de
Pasternak y así limpió el espíritu de los chilenos amantes del verso y la
alegría.
En
la patria, otro señor de la escritura y la historia, don Roberto Querejazu
Calvo, en tiempo del nefasto presidente Víctor Paz Estenssoro, rechazó con enojo
el Premio Nacional de Cultura. Simplemente se negó a recibirlo. Sucede que
habiendo sido perseguido políticamente y exiliado, no se le concedió el ingreso
a la patria cuando su señora madre fallecía. No pudo llegar a las exequias y
quedó profundamente herido. Entiendo que más tarde, cuando cambió el régimen,
aceptó la presea con orgullo y merecimientos.
En
el tiempo del Abrazo de Charaña, doña Gaby del Mar devolvió la presea otorgada
por su enaltecedora conducta cívica, al Presidente Hugo Bánzer por su proyecto
antipatriótico de transferencia territorial, entregándola a Monseñor Walter
Rosales y repudiando así la traición a la patria gestada por el mandatario.
Ahora,
don Luis Bredow nos da otra lección de nobleza. No acepta el premio del
Ministerio de Culturas porque preserva su libertad de opinión y la obligación,
a posteriori, de mantener gratitud al Ministerio otorgante. Posiblemente él
conoce los trasfondos conductuales de un ex ministro que ordenó el 10% a todo
proyecto educativo en el ministerio de Educación, el tema de su participación
en la corrupción en Tiwanaku, comprometió a la Cancillería cuando le premiaron
con una embajada en Paris ante la Unesco, y otras sombras actuales como
los rituales de posesión, el Dakar, el haber debilitado la solidaridad
en las colectividades de artistas y la incapacidad de promover políticas públicas
de cultura.
Fue
aplaudido en su papel teatralizado de Daniel Salamanca, de Hugo Banzer en el film
Olvidados, y otros roles de dramatización perfectos.
Antes
de morir, el Maestro Mario Leyes me confesó que fue parte de un reciente
agasajo político a una centena de artistas e intelectuales seleccionados por el
Ejecutivo para llevarlos a La Paz, invitarles un almuerzo, entregarles un
diploma y someterlos a una perorata para que voten por el SI. Según dijo - un lavado
cerebral, salí francamente molesto ante la presión contraria a la dignidad de mi
persona, no pude devolver el diploma - comentó.
Estos
elementos son parte de la bioética del arte y de la ética en profundidad
filosófica tan ausente en nuestra contemporaneidad.
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