viernes, 14 de julio de 2017

“EL PATRIMONIO MONUMENTAL DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE COCHABAMBA”. “EL MONASTERIO DE LAS CARMELITAS DESCALZAS DE SANTA TERESA” ARQUITECTO CARLOS LAVAYÉN MENDOZA

COMENTARIO
Gastón Cornejo Bascopé
Presidente de la Sociedad de Geografía, Historia y Estudios Geopolíticos de Cochabamba.
Cochabamba, Julio de 2017

Constituye un verdadero honor y un motivo de complacencia presentar dos trabajos de investigación sobre la heredad histórica de los cochabambinos: El patrimonio monumental del centro histórico de la ciudad de Cochabamba y El Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa. Dos obras pergeñadas a consciencia de perfección, veracidad y genuina originalidad. Tienen la autoría del arquitecto Carlos Lavayén Mendoza, reconocido intelectual contemporáneo.
Dos libros, de suyo importantes para la historiografía regional, serán apreciados con sentimiento de ternura y nostalgia por quienes amamos la entrañable ciudad. Cobran viva evocación en la madurez existencial luego de haber conocido desde pequeños el perfil urbano e identificado vivencias juveniles surgidas con las descripciones precisas y las imágenes impresas en las obras que perduran siempre en la mente y en el corazón de quienes rechazamos la realidad posmoderna de un horizonte que elogia la hipertrofia de vehículos contaminantes, el bosque de cemento y las construcciones de viviendas sin alma.
El contenido temático del primer libro trata de la columna de los héroes, la estatua de Cobija, el monumento a monseñor José María del Granado, la estatua del Libertador Simón Bolívar, el monumento al Maestro, Nataniel Aguirre, Rafael Urquidi, Manuel Ascensión Villarroel, Eduardo Abaroa y el  puente del Topáter.
Cochabamba, la ciudad heroica, debe este singular calificativo al carácter indómito de sus habitantes y merece, allende los tiempos, permanente homenaje; por ello, relievo con satisfacción cívica la entrega de los libros publicados por voluntad municipal.
El autor, gracias a su formación profesional y a una experiencia de exhaustivo investigador, incide en la delicada presencia del arte urbano desde su arraigo republicano, el significativo mensaje cultural, la mentalidad que dio origen a los monumentos, los seres responsables, los artistas que los imaginaron y crearon, los incidentes de su erección, la selección del sitio de emplazamiento, las vicisitudes del proceso administrativo; finalmente, la culminación de las producciones de grandeza humana señaladas. Adornan los enjundiosos textos, imágenes de seres relevantes, próceres, cancelarios, prefectos, alcaldes, munícipes.
Como un caleidoscopio evocativo surge el recordatorio de eminentes seres tales como Francisco de Viedma, José María Santiváñez, Alejandro Guardia, Jorge Ugalde, Avelino Nogales, José García Mesa, Venancio Jiménez, Ubaldo Anze, Castelfor Quiroga, Simón López, Guillermo de Ugarte, Ángel María Borda, Domingo y Ricardo Soruco, Félix del Granado, Eliodoro Villazón Alberto Reyes Molina,  Huáscar Velarde, Sara Ugarte de Salamanca, José López y López,  Carlos Quiroga Salamanca, Gustavo Ríos Bridoux, Ernesto Knaudt, Luis Rodríguez, Alberto Cornejo, Jorge de la Reza, Juan José Quezada, Raquel Céspedes, Petrona Navia, Carlos La Torre, José Napoleón Medrano, Albina de Simón Iturri Patiño, José Antonio Quiroga, Alfredo Galindo Quiroga, Eduardo Soriano Badani, Rodolfo Torrico Zamudio y Guillermo Aldunate; varones y damas notables, cochabambinos eternos; también acontecimientos cívicos, emblemas, paisajes, fotografías de magnífica ilustración.
Cabe señalar que la crítica histórica no es diatriba, más aún si para este mi cometido hube de acudir a fuentes bibliográficas primarias. Alejado de la intencionalidad de empañar el éxito del evento, pergeño en el comentario algunas notas adicionales empecinado en preservar la historia regional y la objetivación del material consagrado, patrimonio cultural tangible de Cochabamba; se refieren a los temas principales:
LA COLUMNA DE LOS HÉROES. Ubicada en el centro de la plaza principal, lugar donde se izó la cabeza de los patriotas de Cochabamba victimados, comenzando por Alejo Calatayud, Mariano Antezana, Francisco Eras y Gandarillas, Ferrufino, Luján, Padilla, Zapata y otros bravos de la Independencia, guarda, desde el pasado año al presente, una imagen foránea motivo de debate profundo en los años a venir, pues, a los pies, por desconocimiento documental, se colocó, como emblema de honor, el escudo de Francisco Álvarez de Toledo, padre del Virrey del Perú, que por entronque genealógico con el escudo monárquico de la Casa de Alba y, modificado, fue copiado del texto del inglés Roberto Levillier, autor de la biografía del personaje, en su Tomo II. “Informaciones sobre los Incas”. Espasa – Calpe. 1940. Ilustra en fotografía la losa sepulcral ubicada al pie del altar mayor de la iglesia de San Bernardo en Toledo.
Toledo, virrey del Perú, fue el autor de la Mita potosina colonial, creador de la Inquisición en el virreinato a su cargo, autor del  tributo y el desarraigo indígena, convirtió  las ciudades indígenas en campos de concentración y ejecutó a Túpac Amaru, gestos rechazados hasta por el propio rey de España.
El emblema cuestionado tiene apenas 32 años como imagen municipal. Nació por voluntad de un historiador hispanófilo, Adolfo Morales, en homenaje al mayor genocida español de la historia americana cuyos restos se veneran como santos. La comprobación me obligó a denunciar por prensa el irrespeto para rescatar la dignidad de los inmolados por la Independencia.
Imagino el patetismo irreverente de colocar en una misma tribuna de honor, los restos sagrados del Gral. Esteban Arze que imaginó la patria que hoy nos cobija junto a Belgrano, quien intentó dinamitar la Casa de Moneda luego de sustraer un buen caudal, junto a la de Álvarez de Arenales, el militar arequipeño que en juicio injusto procesó al héroe de Tarata para alejarlo de la gloria en el destierro de Santa Ana; felizmente, sus restos se encuentran en un lugar preeminente próximo al sagrario de la catedral.

En la Columna de los Héroes, subrayo y sugiero, reinstalar las placas de homenaje retiradas por la Alcaldía en la reciente remodelación 2016. En cuanto al emblema, propongo retornar al escudo original, no al del marqués Toledo con un león rampante y diez cabezas de indígenas degollados, sino al que pintó “Soledad”, doña Adela Zamudio, emblema con doce estrellas, una gavilla, doble caduceo sin alas, ramas de laurel y olivo, la silueta del Tunari y un río Rocha de aguas cristalinas descendiendo al valle desde la cordillera. (Heraldo, 4 de octubre de 1898: La Revista de Bolivia: 14 septiembre. 88 aniversario. Antiguo blasón de Cochabamba. Arturo Biscardi)

ESTATUA A COBIJA. La imagen de una joven que abraza la bandera nacional representa al Litoral invadido por el ejército chileno que enclaustró a la patria. Incalificable fue su encierro en prisión policial por disposición del prefecto Isaac Araníbar, quien, además, dispuso la postergación indefinida de su emplazamiento e inauguración, dada la proximidad del Tratado de Amistad de 1904 y la posibilidad de despertar el “enojo de Chile que consideraría al monumento un acto de provocación debía privilegiarse el cuidado de las relaciones con Chile”. Fue liberada por gestión de Venancio Jiménez y colocada en un sitial de honor en la esquina noroeste de la plaza 14 de Septiembre. Posteriormente, con descuido intencional, según don Jorge Alejandro Ovando Sanz, fue trasladada al sitial periférico de Octavio Salamanca y malhadadamente colocada “mirando a la pichicata” en lugar de mirar en lontananza al océano perdido. Fue saqueada de sus bronces y mensajes sin la mínima protección.
Importa recordar y, así lo hace Lavayén, que fueron los mineros bolivianos en el Perú y Chile quienes financiaron con óbolos el costo del monumento como también lo hizo la insigne poeta Zamudio con sus obras de teatro en 1902.

MONUMENTO DEL OBISPO FRANCISCO DEL GRANADO. Centraba la lejana plaza de las Carmelitas o de San Alberto. Fue remodelado el ambiente con arte de mal gusto y sufrió también la sustracción de las plaquetas de homenaje y el hermoso epitafio.

Semejante agresión y el pintarrajeado se observa en los monumentos de Nataniel Aguirre en la plaza Colón, de la estatua de Bolívar y el monumento al Maestro en el Prado, de Rafael Urquidi de la Luz y Fuerza, de Manuel Ascención Villarroel “Achico” próximo al hospital “Viedma”, el mural que consigna los muertos en la guerra del Chaco a los pies de la Gobernación. Solamente un busto, el de Manuel Frontaura Argandoña, no ha perdido su bronce porque está oculto entre dos árboles protectores; se ha librado de la ofensa, a pesar del imperdonable descuido municipal.

ALEJANDRO GUARDIA. MONUMENTO AL ACHICO.
Entre los escultores cochabambinos, Carlos Lavayén relieva la imagen de don Alejandro Guardia quien dejó variadas obras de arte urbano. Efectivamente, a la diestra del pediatra egregio “Achico”, está el modelaje de su hijo Edgar Guardia Butrón, quien aún recuerda el pasaje creativo del monumento artístico. La imagen fotográfica de la placa ausente testimonia que fueron los médicos Fernando M. Oyuela y Rogelio O. Fumasoli, sus compañeros del hospital de niños de Buenos Aires quienes enviaron el homenaje con “las tres figuras de recogimiento y pesar” en altorrelieve adornaban la base, plasmadas en el bronce sustraído. Finalmente, el año 2007 se anunció el retiro de dicho monumento.

VISITA DE BOLÍVAR A COCHABAMBA. La visita del Libertador a Cochabamba con su séquito militar apenas duró dos días de estancia en la quinta “El Rosal” de Cala Cala, reliquia actualmente derruida.
Por la historia oral, sabemos que visitó el solar del Libertador León Galindo, el camarada de la Gran Colombia cuyo domicilio estaba ubicado en la calle 25 de Mayo entre las actuales calles Bolívar y Sucre por quien llevan sus nombres; en dicha casona departió amistad sentado en un sillón del héroe colombiano, reliquia aún atesorada por la familia. En esa circunstancia, el Libertador todavía admiró el estandarte del Regimiento “Bogotá” comandado por León Galindo, quien cuidadosamente lo legó a los descendientes que vivieron en la casona de Mayorazgo; fue ofrecido en venta infructuosa al municipio y llevado a Salta, Argentina.   
PEDRO BLANCO HEREDIA. Por ausencia de memoria histórica, Cochabamba ha olvidado incomprensiblemente a un hijo que fue Libertador como Bolívar, Sucre, Burdett O´Connor, León Galindo, José Rodríguez; que luchó en Junín y Ayacucho. Combatió y aseguró el triunfo en ambas batallas; en Junín cuando Bolívar ordenó la retirada, la caballería comandada por Pedro Blanco, Isidoro Suárez y José Olavarría, de los “Húsares del Perú”, escondidos en uno de los flancos atacaron y dieron el triunfo; desde entonces Bolívar les dio el título de “Húsares de Junín”. En Ayacucho igualmente, pero ahí Blanco fue herido y ascendido a coronel en el campo de batalla. Fue el único cochabambino héroe de Cochabamba a quien no se le rinde homenaje; en cambio, Olavarría y Suárez (bisabuelo de Jorge Luis Borges) tienen un monumento en la plaza de la Recoleta de Buenos Aires. (Ramón Rocha Monroy. Anécdotas de Cochabamba. Ed. Los Tiempos. 2011. Sabino Pinilla. La Creación de Bolivia. Ed. López. 1928).
SUGERENCIAS CULTURALES. A propósito de la urbe cochabambina, la Sociedad de Geografía e Historia de Cochabamba  ha pergeñado cien sugerencias culturales entregadas recientemente a doña Roxana Neri Pozo, flamante secretaria de Cultura a quien se le ofrece el apoyo colectivo e irrestricto de diversas instituciones.
Al aplaudir la entrega de los libros de publicación municipal al inicio de su gestión, le deseamos todo éxito en la prosecución creativa de su actividad cultural en términos de la más profunda consideración antropológica; sobre todo, en el éxito del foro cultural próximo. 
CONCLUSIONES. El autor de los libros, remarca conclusiones valiosísimas referidas a la conservación del arte monumental, al mensaje educativo y la trascendencia artística de los bienes patrimoniales en bien de “la emoción estética y la calidad de vida”; reclama la aplicación del Reglamento de Arte Urbano propuesto por la Alcaldía en 2004 para evitar los atentados referidos: retiro y robo de placas de bronce de todos los monumentos (incide en la sustracción de la placa de la Coronilla, la del pediatra Villarroel, las plaquetas y cadenas de la estatua de Cobija). Recuerda que la responsabilidad corresponde al ente municipal así como la elaboración del catálogo oficial y la publicación de todos los bienes patrimoniales, el cumplimiento de las normas internacionales fijadas por la Unesco.
Sobre el segundo libro “Convento de Santa Teresa”, es otra obra de enjundioso estudio. A manera de anecdotario personal evoco a la entrañable priora del convento; Rda. María Rivas, “María de Cristo”, a quien visité numerosas ocasiones como médico de la Orden. Falleció el 4 de julio de 1969. Al ingresar a su aposento, en la galería conventual observé, impresionado, el cuadro pictórico colonial de un Cristo crucificado, único en su concepción plástica.
En cuanto al historiador e investigador arquitecto Carlos Lavayén Mendoza, afirmo categórico que los dos grandes escritos y la Crónica Histórica del “Teatro Achá”, enriquecen enormemente el acervo cultural de Cochabamba y, para siempre.

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