lunes, 17 de abril de 2017

CERÁMICA DE POMAIRE

Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba, abril 2017
Mayo de 1952. Santiago de Chile. Facultad de medicina. Primer año.
Asamblea de estudiantes en huelga para  prolongar la carrera y suprimir la tesis. Mientras transcurría el proceso, mi vista quedó fija en la pared vecina; una imagen de paloma oscura y un escrito adornando su entorno. El panel de poesía iluminó mi vida en un instante. Me aproximé, leí el título luminoso preñado de sonido: ALFARERÍA.
Presto tomé la pluma y escribí los versos en el cuaderno de anatomía. Al hacerlo, degusté el sonido, los vocablos unidos por argamasa tenue, la ternura contenida en ellos y la significación incitante del lenguaje.

“Torpe paloma, alcancía de greda,
en tu lomo de luto en signo, apenas algo que te descifra.
Pueblo mío, cómo con tus dolores a la espalda,
apaleado y rendido, cómo fuiste
acumulando ciencia deshojada?
Prodigio negro, mágica materia
elevada a la luz por dedos ciegos,
mínima estatua en que lo más secreto
de la tierra nos abre a sus idiomas.
Cántaro de pomaire en cuyo beso
tierra y piel se congregan, infinitas
formas del barro, luz de las vasijas,
la forma de una mano que fue mía,
el paso de una sombra que me llama,
sois reunión de sueños escondidos,
cerámica, paloma indestructible”.

Al término estaba escrita la autoría: Pablo Neruda.
Logrado el título, Indagué, busqué la escultura plasmada en sustancia de arcilla negra; la encontré en el sur de Chile, en un mercado. En un mesón, repartidas, estaban las maravillas nacidas de humildes manos, los trabajos de Pomaire. Me enamoré de un cerdito con alas, de una mariposa prolongada en espirales, de una gallina de tres patas, de una paloma con la cabeza hacha, de un trovador tañendo su guitarra, de una alcancía bordada de anémonas sumergidas en agua y pétalos; una artista en trance de entonar una canción nativa, la boca entreabierta, los ojos entornados hacia el cielo, la cabellera envuelta en espirales.
Adquirí unas piezas y la guardé celosamente hasta mis años.
Abril de 2017. Sesenta y cinco años después de aquella vivencia de dulzura, repasando a Neruda, al alba de un domingo de Resurrección religiosa, reencuentro de súbito la poesía extraviada en mis apuntes de anatomía descriptiva. ¡Qué contentamiento! La memoria me indica que aún hace presencia una de ellas guardada en mi escritorio. La encuentro, está cuidando los libros de Neruda, de Huidobro, de Alegría, de Volodia, de Gabriela Mistral; es justamente aquella que canta al cielo sus endechas con guitarra chilena entre las manos. Mi añorada alcancía de antaño, el inicio de mi aproximación a la literatura. Pablo Neruda sumergido en su poesía, volando en su paloma de Pomaire.



NERUDA

En el Cine Club asistí el “Lunes de película” a ver el film chileno que tiene el título del poeta a quien conocí en Santiago gracias al dramaturgo Pedro de la Barra, esposo de una familiar, en agosto de 1952.
En ese año justamente, Neruda retornaba de su periplo europeo. Ya había alcanzado la fama de diplomático protector de las víctimas de la guerra civil española, poeta relevante y polémico. Recibido con repudio y temor por los círculos conservadores de su patria, con esperanza y enorme expectativa por el verdadero pueblo de Chile. Me interrogó interesado por la revolución  de abril y del porvenir de Bolivia en justicia y redención social. En ese entonces, yo no conocía su hermosa trayectoria de poeta titular del partido de Emilio Recabarren comprometido con la lucha obrera que iniciaba el ascenso de Salvador Allende, el gran  médico chileno victimado como nuestro Gualberto Villarroel.
Tampoco sabía que llegó a senador apoyando a Gabriel Gonzales Videla, personaje que una vez posesionado arrasó con todos los comunistas y demócratas de su país. El senador Neruda lanzó su catilinaria,  “Yo acuso”, en el congreso, pasó a la clandestinidad y fugó por la cordillera hacia Argentina perseguido por los esbirros del traidor.
De eso trata la película chilena de Pablo Larraín, premiada y calificada como la Mejor Película Extranjera. Si bien, el actor tiene alguna semejanza fisonómica con el poeta, ésta resulta -para quien conoce la grandeza de su epopeya existencial- equivoca y contradictoria. El bardo del Canto General mostrado con torpeza, frecuentando lupanares, bailando desnudo entre meretrices, besado por otro de sexo equivocado, grosero en su parlamento, coprólalo a la chilena, ordinario, alcohólico, vulgarizado al extremo. Delia del Carril, la mejor lograda así como la breve actuación del Judas americano, el autor de la Ley Maldita. El detective que lo persigue deconstruye el mito “jugando un poco con su figura”, aparece con frecuencia petulante a lo largo del film y es la voz relatora que no es posible asumir por el fracaso total del sonido y el discurso incomprensible del acontecer humano tratado. La fotografía imprecisa quiso ofrecer una atmósfera poética de irrealidad sin lograr éxito. En resumen, para mi sentir afectivo admirador de lo clásico, resultó una ofensa al sentimiento, al poeta y  a la poesía.
Es criticable la intencionalidad desmitificante propuesta por la postmodernidad. El film es un mediocre trabajo del género policial, ninguna siembre de grandeza, de mensaje educativo, de relevancia artística. Comparada con El Cartero, se aplazó vergonzosamente.                    
En 1971, Neruda ganó el Premio Nóbel de Literatura. Sus numerosas obras ganaron el mundo. En Machu Pichu generó el más importante homenaje al hombre americano, sus Odas nos aproximan a la esencia de la naturaleza , su canto de prosa poética es sublime, su  trascendencia política y literaria constituye un legado cultural superior. En el Estadio  Nacional expresó a su pueblo: “Ya pasara la tierra de las manos de los saciados a  las manos de los hambrientos. Gracias por el reconocimiento que otros nuevos poetas recibirán también de ustedes. Porque la vida, la lucha, la poesía, continuarán viviendo cuando yo sea un pequeño recuerdo en el luminoso camino de Chile”.       
Decididamente, nuestros films “Boquerón” y “Juana Asurduy de Padilla”, son superiores en calidad artística y en mensaje.

Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba, abril 2017

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